DE LOS PUERTOS DE LA LUZ Y DE LAS PALMAS Y OTRAS HISTORIAS (Décima parte)



DE LOS PUERTOS DE LA LUZ Y DE LAS PALMAS Y OTRAS HISTORIAS 

(Décima parte)

  Este extracto final revela la verdadera causa de la ruptura entre los hermanos del Ingeniero: la propuesta de erigir estatuas. El autor narra la caída en desgracia de Don Juan, el consecuente abandono de sus incondicionales ("a moro muerto gran lanzada") y el triste fetichismo político que se impuso. Una conclusión emocionante y melancólica, rematada con un recuerdo de los festejos de 1852 por la división provincial.

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Entresaco del texto:

LO DE LAS ESTATUAS

    He aquí, en este artículo, el origen ostensible, ignorado de todos, de la célebre ruptura de los hermanos la; causa inicial que efectivamente lo motivó, a un no sabida.

    Las siete de la mañana sería cuando me hallaba en la oficina trabajando en apuntes para llevar a Lanzarote y Fuerteventura, en mi próxima visita reglamentaria a aquellas obras Públicas. Embebido en la faena no conocí la voz que me llamaba y supuse de amigo a juzgar por el toque de atención familiarmente dado en mi espalda.

    -Tengo necesidad de consultar contigo: me hallo acalenturado y no he podido dormir -me dijo precipitado. Propúsele un paseo a las afueras para recoger a aire y respira mejor. Aceptólo, y nada le dije por el camino hasta que llegamos a la placetilla de San José, donde nos sentamos. Durante el tránsito me iba yo diciendo; éste es una impetuosidades habrá hecho, inconscientemente, alguna de las suyas y después, como de costumbre, viene la consulta, al buscar el remedio. Y ahora es Paco quien habla y yo transcribo; pero antes, para mejor inteligencia, debo hacer constar algunos antecedente, que son los que siguen:

    En petit comité se reunían todas las noches, de nueve a diez, los más íntimos de Don Juan a cenar en el Hotel Quiney. La sobremesa duraba muy largo; y esa duración se entretenía con las sabrosas tertulias, donde se trataba de todo menos de política, llevando siempre la voz cantante el Ingeniero y haciéndolo el coro sus incondicionales.

    Los puntos fijos que no perdían ninguna noche eran, principalmente, el Alcalde don Fernando Delgado, prosélito recién arrancado al error moderado, Don Nicolás Massieu, incondicional de triple expansión, todo Don Juan; Millares, padre incondicional de la cuenta y razón: Ferreol Aguilar, admirador del talento del Jefe, con lo que se pescará en el camino, y Paco Morales, todo fervor y entusiasmo por Don Fernando, coincidiendo de retruque una parte al hermano.

    -Yo con todo esto, me entusiasmé e hice un discurso donde ensalcé, como lo merecía, la concesión del Puerto de Refugio, el estado progresivo en que se encontraban las obras, la fortuna que nos había favorecido al tener de contratista una casa tan respetable por los Swanston.

    - ¿Y no dijiste nada del Ingeniero?

    -Como no se trataba de un asunto técnico……

    -Sigue……

    -Nada, que terminé mi discurso con estas palabras: “No pagará la Isla y la Ciudad misma los beneficios de tan alta monta que debe en gran hombre, gloria de su patria y su nación, sino que se apresuraba a erigirle una estatua. Propongo, pues, al Señor Alcalde, que está presente, el patrocinio de la idea y que tomemos nosotros la iniciativa de una suscripción”.

    -Que aceptaron con entusiasmo, y entre brindis y aclamaciones acaloradas se comenzaba a realizarla, cuando ejerció don Nicolás Massieu.

    -Que Hoy con acento conmovido dijo: Que veía con el mayor disgusto mi proposición, por exclusivista; que a Don Juan había que levantarle otra o más bien que se formara un grupo con los dos hermanos. Yo tomé de nuevo la palabra para impugnar la idea Don Nicolás, fundándome en que Don Fernando es figura nacional a más de gloria patria: su fama es mundial, y que solo a estos hombre se levanta estatuas; que al hermano es perfecto patricio y distinguido profesional, méritos que no salen del campo en la localidad.



 

LA DEBACLE

    Venía notando mi Jefe, de algún tiempo atrás, cierto aire de ánimo contrariado, o cierta dejadez y flojedad de espíritu, que se revelaba, más que en su semblante, en su cambio de modo de ser en lo que atañía a las cosas de la oficina. Atribuirlo a cansancio profesional o a la falta de traer entre manos alguno proyecto u obra de importancia quieren despertar a sus ingénitas aptitudes o alimentara al fuego en sus entusiasmos y así les sacará de aquel insistente marasmo.

    Como estos relatos son rigurosamente históricos, me creo ligado a emplear las frases que en el diálogo terciaron. Hoy nadie tiene abuela, y el haber llegado a mi vejez arrinconado y pobre, debido a la poca prisa que me he dado siempre para buscarla, o al no haber querido funcionar como tal de sí mismo, según han hecho otros con buen resultado.

    Pasaban días, y oía en el centros y corrillos palabras enigmáticas: Que las estatuas …. Que Don Fernando se había calentado … Que el grupo siamés lo encontraba ridículo …  Que eso se venía labrando algún tiempo atrás … Que el penínsular había contribuido con sus cartas …  y tantas y tantas hablillas oscuras   para mí porque la política del Partido nunca fue mi fuerte y me apartaba de ello cuando me era la dable. ¡Encantararme sí que me encantararon! De ese hecho aquí nadie se libraba, incluyendo al Obispo. En aquellos días, entre sesiones y cabildeos, Don Juan depuso el mando y lo entregó a un Directorio (creo que así lo llamaban) y como Carlos V se retiró a Yuste: a Jaraquemada.

    Fue entonces la debacle, y renegaron de él sus incondicionales; a mayor incondicional mayor renegado, que así en tal proporción creían agradar mejor a Don Fernando. En tal guisa llegaron hasta el fetichismo, que no era otro del culto que rendían al prócer de allá.

 



A MORO MUERTO GRAN LANZADA

    ¿Que se fizo de aquel trovar de músicas acordadas que tañían?

    Los tañedores callaban y huían de la tertulia, de aquella tertulia acostumbrada de Don Juan tan nutrida que apenas si cabía en la sala de recibo, reducida hoy a un exiguo grupo de amigos particulares, para quienes el sofá venía más que holgado, aún ocupando su mayor parte el más fiel y consistente ellos, el tocayo letrado Ramírez.

    Don Juan buscó refugio en Telde, en Jaraquemada, sin más consuelo que el de contemplar los pilares de su tabaco y en la soledad más completa. Ayer tanta animación, tanto asedio de incondicionales y hoy, ni por un ojo de la cara a hallaba uno. Y sin embargo, aún no le combatía ni se le mortificaba. Imperaba el silencio absoluto. En incondicionalismo está armas al brazo y a verlas venir, a por un si acaso.

    Pero eso no era todo: faltaba más aún. Si no era Ingeniero eso no quitaba para que lo hubiera sido, y como tal redactará el Proyecto del Puerto del Refugio. ¡Que si quiere! Si allí pensó algún día refugiarse el Jefe no contó con la huéspeda, es decir con “El Liberal”, que allí corrió a echarle, publicando otro artículo.  Recordará al lector del mío en esta obra cuyo título dice “La manifestación” En el hablé, como sabe, de frases generosas que pronunció en mi loa por mi ayuda prestada en mis conocimientos; pero no lo dije todo; terminó en su entusiasmo forzado más la nota, ya de suyo forzada. “Tal vez y sin tal vez, que no hubiera podido abordar el asunto” manifestó el coram populo de incondicionales, refiriéndose a mí el mencionado Jefe.

    Separados Don Juan y Don Fernando, del culto por igual que la Dualidad se le rendía, recayó en la Unidad que figuraba este. Y ya no fue racional adoración, si bien exagerada, sino supersticioso fetichismo. Un sargo del Partido me aseguró, sin que se lo creyera, que ese culto rezaba en el vulgo, no con sus sacerdotes, que en lo interno se reían del fetiche. Y termino con una propaganda y dos sucedidos presenciados.

 



LA PROPAGANDA

    El cacique rural antedicho llevó a su pueblo el número de “El liberal” que a Don Juan le arrebataban el Puerto y leyó en su mesnada.

    -Pos ya lo veden como él no lo jiso. Y esto que vos coste pa lo sucesivo.

    -¿Pos quien jizo entonces?

    Aquel hombre bajito con dispejuelos que podía cagadas de guirre par las selesiones.

    Primer sucedido presenciado.

    No sé qué función daba aquella noche en él Tirso de Molina, (qué me place llamarlo así porque su verdadero nombre de pila y luego de apodo por temperamento). Y voy al asunto. Junto al pilastrón de una arcada extrema, de las que separan los dos vestíbulos, durante un entreacto, se hallaban Don Juan solo conmigo mismo y con sus tristezas y crueles añoranzas. Y tan solo estaba, y tan desatendido, que a su alrededor se formaba un gran claro, sin haber alma humana que traspasará el límite.  Divisarle en tal guisa y acercarme a él para acompañarle fue todo lo mismo. Y se fijaban, hurtadas, las miradas de los tornadizos en el grupo nuestro, demostrando extrañeza.

    - ¿Y usted no teme que le vean conmigo?

    - Pues a eso vengo, a que me vean, fuera del gusto de saludarle. Yo voy con los caídos y a los erguidos hago poca corte.

    - Sí, hombre, ya lo sé, pero observe conmigo y fíjese.

      Segundo sucedido presenciado.

    - Cómo fui el tercero en el asunto. El era amigo; hola se presentaban unas oposiciones; al tribunal, compuesto en su mayoría por peninsulares que conservaron con Don Juan las mismas diferencias, aunque caído. El amigo pedía que es interesara el Jefe y yo le propuse que me acompañara a visitarle, pues tendría un regocijo en el que le pidiera algo y en concederlo, como satisfacción a las añoranzas de su pasado poderío.

    Y así, solo, le vimos, previa espera, en noche oscura, en acecho en el parquecillo tupido de follaje en aquellos tiempos rodeaba la fuente del Espíritu Santo.

    Pero no finalizo, que me viene un recuerdo y no quiero pasarlo por alto. Digo que con los hombres puede pasar todo, pero con la mujer hay que ser galante siempre y en todas las ocasiones. Para con ella no puedo haber más rencores que lo de los celos. Había baile en el casino y en él asistía con su madre, Lolita la hija de don Juan, en plena juventud y de buen parecer: Una de las niñas mejor educada, más fina y amable de las que he conocido. Pues ni a invitarla a bailar, ni aún a saludarle a la señorita y a la señora se acercó un incondicional joven ni viejo. Sin duda juzgaron que el acta de expansión y de cortesía podría saber allá.

 



LOS FESTEJOS DE 1852

    Ultimándose la impresión de esta obra, extraemos del montón de nuestros folletos, un anónimo, coetáneo de las fiestas, (1) que no deja punto obscuro sobre su desarrollo y su sesión.  No hoy resistimos el deseo de completar con sus datos la reseña de la Introducción.

    El Decreto divisionista del 17 de marzo llega a Las Palmas al amanecer del día 29, en un buque del país con las señas de correos y empavesado. 5000 personas llenaron el muelle hasta el castillo de Santa Ana destacándose cuatro botes de tierra, cuando aún el buque distaba una legua.

    Regresar a una gran velocidad siendo saludados con cañonazos por otros buques canarios que estaban fondeados. Portaba correspondencia y pasajeros que traían algunos ejemplares del Real Decreto reimpreso ya en Tenerife.

    Hubo manifestación diurna, con centenares de cohetes repiques de campanas, pasacalles de charanga de aficionados y cierre de establecimientos; e iluminación nocturna.

    Al día siguiente 30 de marzo el Alcalde Corregidor accidental Don Ignacio Díaz se reunió una comisión que arbitró fondos (en el mismo acto se suscribieron 60.000 reales) para concluir las magníficas casas consistoriales en el bebé plazo de cuatro meses.

    El anónimo cronista añade este encomiástico comentario:

    “Esta humanitaria demostración era por su carácter altamente filantrópico muy digna de rematar esta larga serie de patrióticos acontecimientos con lo que los canarios han solemnizado la división de la provincia en dos distritos administrativos”

    (1) Memoria sobre la división de la provincia de las Islas Canarias en dos distritos administrativos según el Real Decreto del 17 de marzo de 1852. – 1852.- Gran Canaria. - Imprenta M.  Collina. -  20 págs.


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Finalizamos los “entresacados” de este libro “DE LOS PUERTOS DE LA LUZ Y DE LAS PALMAS Y OTRAS HISTORIAS” de Julián Cirilo Moreno.



 

Con esto quiero, desde el Fondo Bibliográfico y Documental Manuel Campos, agradecer a quienes han trabajado en la construcción y desarrollo del Puerto de la Luz, el inmenso legado que nos han dejado.


Fdo. Manuel Campos Gómez

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