DE LOS PUERTOS DE LA LUZ Y DE LAS PALMAS Y OTRAS HISTORIAS
Durante las próximas semanas, estaré publicando una serie de artículos y reflexiones que derivan directamente de este libro en particular. Mi objetivo es explorar en profundidad los conceptos y lecciones aprendidas de esta obra.
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De Julián Cirilo Moreno. Estudio preliminar sobre don CIRILO MORENO Y SUS TIEMPOS por Simón Benítez Padilla editado por el Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria.
Se terminó la impresión de este libro en los talleres tipográficos del Siglo, Triana 81 de don Domingo Sánchez Talavera en Las Palmas de Gran Canaria el día Primero de Mayo de 1947.
Don Cirilo Moreno y sus tiempos (1841 – 1910)
ENTRESACO DEL TEXTO:
Siete ciudades, como a Homero, se disputan el honor de haber sido la cuna de nuestro biografiado. En la de Gran Canaria, Las Palmas y Guía. En Tenerife, la de Santa Cruz, La Orotaba, Puerto la Cruz y los dos Realejos. A tan abundoso resultado nos ha llevado la compulsa de la tradición oral.
La escrita, evidenciada en la consulta de las actas matrimoniales de la Parroquia Santo Domingo, (que su cura Don Mariano Hernández amablemente nos ha franqueado) falla de modo ir incontrovertible, que en sus dos nupcias, -verificada en 19 de Febrero de 1883 con doña Agustina Benítez, natural de Telde, la primera, y el 18 de Agosto de 1882 con doña Josefa de Castro, madrileña, la segunda- se declara el contrayente natural de Santa Cruz de Tenerife e hijo legítimo de don Matías Moreno y Rodríguez y doña Basilia Ramos Real.
Por si fuera poco, hemos ido a comprobarlo en la misma Parroquia la Concepción, de Santa Cruz de Tenerife. En su libro 20 de Bautismos y el folio 119 vuelto, queda categóricamente consignado que nació el 7 de Enero de 1841, no Julián Cirilo Moreno como siempre se firmó, sino en el orden Cirilo, Julián, Antonio, autorizado la costumbre de llamarle corrientemente Don Cirilo, a lo que él prefería firmar sus artículos periodísticos como Julián a secas. (1) Fé de bautismo.
Casi exactamente medio siglo más tarde venía al mundo el biógrafo Don Cirilo qué estás líneas escribe. Al poco tiempo de jubilado el Sr. Moreno de su cargo de Ayudante de Obras Públicas, ocupa como sustituto su mesa de trabajo en la Oficina de Las Palmas. Arrastrados por el engranaje de la profesión, ha sido tal el paralelismo de nuestras tareas, que hasta que por la Costa de África hemos debido pasearnos, pisando el mismo territorio de Ifni, si bien en nuestro caso con la comodidad que proporciona la ocupación española, de pocos años antes verificada. Sin duda por haber seguido tan de cerca sus huellas, entienden los editores de esta póstuma obra de Don Cirilo Moreno queremos dar cuenta previa de las simpática personalidad de su autor, antes que se esfume su recuerdo - tan vivo en el ánimo de los canarios - no obstante la remembranza de la calle que lleva su nombre.
Nuestro trato directo fue bien escaso. Dejábase de ver Don Cirilo, de cuando en cuando por la Jefatura de Obras Públicas, con gran alegría de sus empleados. Pero estuviera o no presente, sus hechos, sus dichos, sus hábitos, sus relatos, llenaban el ambiente, despejando los mismas burocráticos, barridos por una fresca brisa cordial.
Hemos recogido esta viva y palpitante tradición oral principalmente de labios de nuestro viejo amigo don Cayetano Arocena, que aún pasea gallardamente su alta figura, después de haber colaborado en la confección de los planos de las obras públicas, durante la mayor parte de la vida oficial de Don Cirilo Moreno. A el somos deudores a sí mismo del retrato juvenil que aquí insertamos. El resto de los datos biográficos nos lo proporciona el mismo Don Cirilo de diseminados en sus obras.
Pasó la adolescencia en la Ciudad de Guía, entonces Villa de donde vino Las Palmas a los 16 años de edad. Antes y después de este traslado debió residir largas temporadas en la isla de Tenerife donde radicaba la parentela de su madre. Y aún dice la tradición que su padre se trasladó allí alguna vez, a efectuar el cobro de la Hacienda pública. De aquí arranca la noticia de su natalicio en los Realejos, donde se encontraba entonces recaudando el autor de sus días.
Reanudemos el hilo de la vida de nuestro biografiado. Trájole a Las Palmas el famoso médico y político republicano don Miguel de Rosa, prendado de sus nativas disposiciones para el dibujo. Entró como el listero en Obras Públicas y de escalón en escalón, por méritos propios y finalmente con examen previo, conquistó la plaza de Ayudante de Obras Públicas.
Sobre él recayó lo más penoso del trabajo de las obras públicas, en su doble aspecto de proyecto y construcción, pues el Ingeniero Jefe don Juan de León y Castillo, dotado de fecunda iniciativa, flaqueaba en la asiduidad al trabajo por robarle enorme dosis el tiempo en la jefatura política del partido de su hermano, que a la vez ostentaba. Esta colaboración, más que ayuda, fue notablemente reconocida por sus mismos Jefe, en el homenaje que a éste se le rindiera en el día e en la vieja sala del teatro Cairasco, en la noche del 15 de octubre de 1882, al regresar de Londres y Madrid, tras el remate de las obras del Puerto de Refugio de la Luz.
En aquellos entonces no había nada de ruedas en toda la isla ni aun carretas, salvo algún carretón que otro, porque los arrastres se hacían en corsas, y eso en Las Palmas solamente, donde lo permitían lo llano de sus calles.
Había, sin embargo, el coche Condal, antiguo armatoste que databa de la fundación del condado, de muelles duro que hacían saltar a sus asientos y dar con la cabeza en el techo del cierre a toda la aristócrata familia cuando emprendían sus viajes a las a sus posesiones de Juan Grande y Maspalomas.
Era éste un acontecimiento que se preparaba lo menos con un mes de antelación, empleado de las mesnadas de la casa en limpiar y habilitar el camino; operación que empezaba en las afueras de la ciudad y terminaba en aquellas hiperbólicas regiones.
Salía el fin de la cordillera el fragatón, y el gentío que llenaba la calle de los Canónigos no era menos numeroso que el que concurría a las fiestas de San Pedro Mártir.
Había de transcurrir otra década para que con motivo de la Revolución de Septiembre de 1868, volviera Don Cirilo a figurar en la vida pública. Estos 10 años parecen vacíos, para los que hoy quisiéramos revivificarlos. Don Cirilo Moreno, aunque los pasara ganándose el sustento en el prosaísmo de la vida cotidiana, parece conservar de ellos una gran memoria. A su ver; “Las Palmas chiquita, con sus antiguas casas y calles empedradas, cuando lo estaban; sus quince mil almas y su eterna actitud de perra gruñona contra la Interina, era, sin embargo, una ciudad alegre de regocijada”
Nada menos que papeles oficiales y, para su mayor mérito, inéditos, podemos aportar para rellenar el hueco de la historia canariense en los años que incubaban la sublevación septembrina. Como el periodo es uniforme, basta que extractamos, como muestra, los transcendentales sucesos ocurridos en la vida diurna y nocturna de Las Palmas durante el mes de Agosto de 1861. Se hayan consignados para posteridad, en los partes diarios que a la Alcaldía rinde al Sargento de Guardia Municipal don Luis Antúnez. Por respetos literarios conservamos su inimitable redacción, aunque abreviándola.
El rincón predilecto de Don Cirilo distingue ese a lo lejos, entre el verde veronés de las platanales. Su espíritu late cuando atraviesa unas redondas columnas de sillería azul, que antes encuadraron el portal de la Iglesia del Monasterio de Santa Clara. Siéguense los frondosos laureles de una Alameda dedicada a Colón, que también va para Santo.
No seáis indiscretos, dioses caritativos, dioses indulgentes, dioses magnánimos. Dejadle ahora marcha solo. Su cuerpo menudo sube ligero una empinada calle de San Justo, que tiene por remate una modesta Ermita de San Nicolás.
Y velen en su sueños las Gracias. Y coronen de laurel sus sienes de las Musas.
Simón Benítez.
Octubre, 1946.
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